Guillermo ESCOBAR / San Sebastián de los Reyes, Madrid / 11.03.2024
Una tragedia deja una huella imborrable. Y aquella de la magnitud que vivimos la mañana del 11 de marzo de 2004 en Madrid, sirvió para tejer una red común de dolor y recuerdos que aún siguen intactos 20 años después.
Todos recordamos dónde estábamos en aquél momento y las circunstancias que nos rodeaban cuantos nos enteramos de los atentados que sufrieron los trenes de la red de Cercanías. Cada persona tiene su propia historia, donde la tragedia acechó de cerca, ante la incertidumbre de localizar a amigos y familiares.
Algunos han elaborado sus propios recuerdos por las historias que les han contado. Pero todos compartimos un mismo dolor. Una herida incurable por saber que cualquiera podríamos haber ido en aquellos trenes.